ACUMULACIÓN DE ENCHUFES EN MONCLOA

España se quedó a oscuras: sin luz y sin información. Seis horas y media tardó el Presidente Sánchez en dar la cara para arrojar un poco de luz sobre lo ocurrido, una comparecencia para anunciar algo que ya sabíamos: que se había ido la luz. No dijo nada más. Después, se marchó y nos dejó nuevamente a oscuras. Todas las hipótesis están abiertas. ¿Será Ábalos que se ha montado una fiesta con “señoritas” en el parador de Teruel? ¿Será un fallo del alumbrado en la Feria de Abril? Yo creo que la luz se fue por la acumulación de enchufes en la Moncloa. El apagón debería provocar alguna destitución entre los cargos políticos nombrados a dedo en las empresas públicas, -aunque no sucederá-.
¿Qué tragedia más nos espera a los españoles? Llueve sobre mojado en un patrón de conducta que suele además enturbiarse. Urge, por supuesto, una explicación concluyente y consistente sobre lo acontecido y sobre cómo fue posible que España se frenara en seco con un corte de energía absoluto y que se prolongara mucho más allá de lo que debiera ser razonable y tolerable. La imagen que estamos dando al mundo es lamentable. Una vez más vemos la incapacidad del Gobierno para gestionar otra emergencia nacional como ya sucediera en los tristes capítulos precedentes que encadenamos con Sánchez en Moncloa. La confusión, la ansiedad y la angustia alimentaron el miedo, la psicosis, y las escenas de compras compulsivas de primera necesidad que nos recordaron a los episodios del COVID. Miedo a lo desconocido, a lo que estaba pasando y a lo que puede volver a pasar.

Quiero destacar lo mejor de la jornada: el brillante trabajo de bomberos u policías, y el comportamiento ejemplar y cívico de toda la ciudadanía que una vez más se volcó a la calle para ayudar. Como también pasó con la DANA, los vecinos fueron los más solidarios. Miles de personas sin agua y sin comida, semáforos apagados, conductores atascados, colas para comprar velas y linternas, personas atrapadas en ascensores y en los túneles del metro, colapso en aeropuertos y trenes abandonados en medio de la nada. Lo peor del apagón fue sin duda la falta de información y el silencio del Gobierno.
Ahora entenderemos mejor cómo el tercer mundo se hace cruel por culpa de la panda de ladrones del Gobierno, y quienes siempre lo pagamos somos los ciudadanos. Como si estuviéramos en el siglo XIX, estoy escribiendo este artículo a la luz de las velas mientras escucho los gritos de euforia de los vecinos que celebran la vuelta de la luz. A las once de la noche volvió a comparecer Sánchez para aclarar poco y calmar menos diciendo que España es un país seguro. Nos vuelve a mentir otra vez. Cuando cayó la noche la oscuridad reinaba las calles, y los delincuentes aprovecharon para robar, saquear y delinquir.
Veinticuatro horas después del apagón no sabemos absolutamente nada. NOS ESTÁN TOMANDO EL PELO. Yo por si acaso ya tengo preparadas velas, botellas de vino tinto y un buen queso manchego. No perdamos el humor. ¿Papel de váter? También tengo.