UNA POLÍTICA LINGÜÍSTICA CONTRANATURA

UNA POLÍTICA LINGÜÍSTICA CONTRANATURA

Una campaña del Gobierno vasco afirmaba en noviembre de 2006 que “Para ser buena persona hay que hablar euskera”, y, para ello, había que contagiarse con el virus UKAN, que era algo así como el ébola pero en benigno, un infección de furor euskaldun.

            Tonterías de este género han pululado por el este y por el oeste, de norte a sur de esta “nación” llamada Euskadi (ahora mismo no sé si se llama Euskadi, Euskalherria, Euskal Herría, País Vasco, Vascongadas, Vasconia o Baskonia…)

            Esta campaña la retiraron por la puerta de atrás, al darse cuenta del ridículo que estaban haciendo. Decir que para ser buena persona hay que hablar euskera es como afirmar que para ser elefante le tiene que gustar la marihuana. Una gilipoyez de tamaño de mamut.

            Esto es una metáfora de lo que ha supuesto la política lingüística vasca y catalana en estos treinta y cinco años, un absurdo aberrante.

            Lamentablemente la ignorancia de quienes se proclaman republicanos sin conocer ni una coma de la intrahistoria de ese momento histórico que fue la II República refuerza este tipo de situaciones que lindan con la estupidez.

            Si acudimos, por ejemplo, a los diarios de sesiones del periodo constitucional de 1931 nos encontramos a figuras intelectuales de la eminencia de Sánchez Albornoz, Unamuno, Maura y Azaña que dejan a los actuales políticos a ras del suelo del pensamiento, y que decían cosas como las siguientes:

Sánchez Albornoz: “Yo estoy absolutamente tranquilo por la unidad de España; no creo que corra ningún peligro; por lo tanto, no es un movimiento imperialista ni un movimiento de temor lo que me ha llevado día tras día a discutir con unos y con otros para asegurar el mantenimiento de la enseñanza del castellano en Cataluña. Porque hay, Sres. Diputados, dos problemas en el artículo que estamos discutiendo: uno, el que hace referencia a la perpetuación del conocimiento del castellano en toda España; otro, que se refiere al respeto de los derechos de las minorías o de las mayorías de habla castellana en una región determinada. No hay paridad entre ambos; los separa un abismo. El derecho de las minorías de habla castellana, para gentes de espíritu liberal como nosotros, es un derecho respetable, más que respetable, es un derecho sagrado; pero no puede haber comparación entre el respeto de este derecho sagrado de las minorías   y el interés supremo de mantener la unidad espiritual de España, de mantener el conocimiento integral  de la lengua castellana en toda España, y a este mantenimiento del conocimiento del castellano va encaminada precisamente mi enmienda, que todos conocéis, que trata de establecer el empleo del castellano como instrumento de enseñanza, para que puedan las gentes que habitan las distintas regiones conocer debidamente la lengua que es trabazón del Estado español.” He de recordar que Sánchez Albornoz, en su exilio en Buenos Aires, fue Presidente de la II República  a partir de mediados del siglo, además de una de las figuras más destacadas en la historiografía medieval, conocido y reconocido más fuera de España que en su propia nación, para desgracia colectiva.

            Unamuno, al que todo el mundo reconoce la talla intelectual sin parangón durante el siglo XX y el actual, presentó la siguiente enmienda a la ponencia constitucional, suscrita también por Maura y otros cinco diputados:

            “Art. 48. Es obligatorio el estudio de la lengua castellana, que deberá emplearse como instrumento de  enseñanza en todos los Centros de España.

Las regiones autónomas podrán, sin embargo, organizar enseñanzas en sus Lenguas respectivas. Pero en este caso el Estado mantendrá también en dichas regiones las Instituciones de enseñanza de todos los grados en el idioma oficial de la República”

            La Constitución de la II República acabó estableciendo la prohibición de la obligatoriedad del aprendizaje de las lenguas regionales, mientras establecía la exigencia de la lengua común a todo el territorio nacional  (Artículos 4 y 50 de la Constitución republicana).

            Entre los principales autores en materia de psicolingüística destaca Noam Chomsky que concuerda con  Piaget en que el desarrollo del lenguaje depende del medio. Y sostiene que como la semilla que no cae en “buena tierra” tiene un desarrollo defectuoso, el ser humano  tiene antes de nacer una capacidad diferenciada para el lenguaje, que no se realizará en todo su potencial a menos que el medio aporte lo requerido para ese fin. Por tanto, afirma que  la adquisición de la lengua materna es la especialización en un idioma concreto de las “estructuras universales” del lenguaje, con las cuales el ser humano cuenta de forma innata.

            Uno de los informes PIRLS de la OCDE en su análisis de la Enseñanza Primaria  dice que “Debido a que el aprendizaje de la lectura depende en gran medida de la experiencia temprana de los niños con el lenguaje, la lengua o lenguas habladas en casa y la manera de utilizarlas son factores importantes en el desarrollo de la competencia lectora. Los niños cuyo conocimiento de la lengua empleada en la enseñanza formal de la lectura se sitúa sustancialmente por debajo de lo que es de esperar en los niños de esa edad, con mucha probabilidad se encontrarán en desventaja desde el primer momento. Además el empleo de lenguas o dialectos diferentes en casa y en la escuela puede causar problemas a los alumnos a la hora de aprender a leer.”

            Esta es una de las razones fundamentales que justifican la contraindicación de no potenciar la lengua materna y de hacer una inmersión lingüística en un idioma que no es, incluso, de contexto.

            Pero, una cosa es la política y otra la ciencia pedagógica. Por eso Orwell, en su famosa novela “1984” escribía: “La intención de la neolengua  no era solamente proveer un medio de expresión a la cosmovisión y hábitos mentales propios de los devotos del Ingsoc, sino también imposibilitar otras formas de pensamiento. Lo que se pretendía era que una vez la neolengua fuera adoptada de una vez  por todas y la vieja lengua olvidada, cualquier pensamiento herético, es decir, un pensamiento divergente de los principios del Ingsoc, fuera literalmente impensable, o por lo menos en tanto que el pensamiento depende de las palabras. Su vocabulario estaba construido de tal modo que diera la expresión exacta y a menudo de un modo muy sutil a cada significado que un miembro del Partido quisiera expresar, excluyendo todos  los demás sentidos, así como la posibilidad de llegar a otros sentidos por métodos indirectos. Esto se conseguía inventando nuevas palabras y desvistiendo a las palabras restantes de cualquier significado heterodoxo, y a ser posible de cualquier significado secundario.” Pues en esto andamos. Orwell fue un buen oráculo del tiempo presente.

            Y también estamos en lo que decía uno de los ideólogos del nacionalismo vasco, un tal Sarriá en “La ideología nacionalista” (1920):

            “Esa ley natural que hace de la emoción –en el ser o en colectividades- piedra de resistencia, yunque de vitalidad, es para nosotros los vascos, ley de salvación”

            Entre la política de la emoción como práctica de dominación de las sociedades y la neolengua se fragua toda la cuestión.

Ernesto Ladrón de Guevara

Ernesto Ladrón de Guevara

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *